VILLAHERMOSA, Tabasco.— Levantarse de madrugada para alistarse y llegar temprano a las aulas no sólo es un esfuerzo que realizan los estudiantes, igual hay maestros que desde temprana hora salen de sus hogares para viajar muchos kilómetros hasta llegar a sus aulas para impartir sus conocimientos y, lo mejor, enseñar con su ejemplo.
La profesora Mary Badillo viaja más de una hora en transporte público, desde la capital del estado, en el municipio de Centro, hasta alcanzar la villa Cuauhtémoc, en el municipio costero de Centla. En total son 64 kilómetros de recorrido.
Un poco más cansada, pero con igual ánimo, hará el viaje de regreso, si es que no hay bloqueos o accidentes carreteros, hasta volver a su casa. En total: tomará más de dos horas el puro desplazamiento.
No es la única profesora de la Secretaría de Educación de Tabasco que tiene que realizar estos largos recorridos, dice ella, «son muchos los colegas docentes que se desplazan largas distancias para cumplir con su tarea de educar a niños y jóvenes».
En su caso, desde hace más de 35 años, se dedica a la enseñanza y consecución de proyectos y programas de estudio a nivel preescolar. Ahora lo hace en el Jardín de Niños Cuauhtémoc, en la comunidad del mismo nombre.
«Desde la seis de la mañana, ya hay maestros viajando, algunos que vienen desde otros municipios cruzan totalmente de una localidad a otra; por ejemplo, de Huimanguillo hasta Frontera hay quien tiene que salir a las cinco de la mañana de su casa. Otros tienen que estar viviendo toda una semana en la casa del maestro. Sí, realmente es desgastante hasta cierto punto, pero deja una gran satisfacción, porque si tienes una verdadera vocación, esto es como lo menos importante», relata la profesora.
La maestra señala un contraste entre los padres de familia de las escuelas, en las comunidades, y los que tienen hijos en las zonas urbanas: «Las personas de las comunidades están más al pendiente de la labor del docente, exigen más que en la ciudad, pero cuando te los ganas, vives grandes momentos con ellos».
Naturalmente, este sacrificio por la docencia reduce el tiempo con la familia y las amistades. «Está bastante comprobado que los maestros y las maestras tenemos muy poca participación en actividades de nuestros hijos, siempre ha sido el reclamo de los hijos, el no poder estar un 10 de mayo, porque nosotros tenemos que celebrarlo en la escuela», contó.
Cuando se viene el Festival de Primavera, la maestra está en su plantel, trabajando con sus alumnos, mientras su hijo está solo bailando en su centro escolar o llega el abuelo, llega la tía, llega quien lo cuida, pero no esta mamá, no está papá, son cosas que no valoran los padres de familia y que los hijos reclaman», indicó.
Con su experiencia de más de tres décadas reflexiona cómo ha cambiado la articulación entre el profesor y sus autoridades educativas a nivel estado, «ahora la Secretaría de Educación muchas veces nos deja solos».
Con la pandemia, los padres se dieron cuenta de que ellos tienen un papel primordial en la formación de sus hijos, «los padres de familia sintieron que ellos podían ser los maestros de sus hijos, ya que realizaban las tareas que se les mandaban en ese tiempo».
Pero quizá el cambio más notorio es que «cada vez es más común ver cómo padres de familia agreden a los maestros y les restan autoridad, cuando en el pasado eran más valorados por la comunidad en general». Pero esa, es otra historia.