TABASCO. México lleva más de una década luchando contra la comida chatarra en las escuelas, un esfuerzo que ha dejado cinco intentos significativos desde 2010, motivados por las alarmantes tasas de obesidad y diabetes.
Sin embargo, a 15 años del primer esfuerzo nacional, la prohibición vuelve a implementarse con el programa “Vida Saludable” en 2025, y expertos como la nutrióloga Miriam del Carmen Huertas Cadenas señalan que el éxito depende de un cambio radical: la educación alimentaria debe estar en manos de especialistas, no de profesores, y enfocarse en los padres.
'BATALLA SE QUEDA CORTA'
En México, la batalla contra la comida chatarra, especialmente en el ámbito escolar, ha marcado un camino de esfuerzos intermitentes a lo largo de los años, con iniciativas tanto a nivel nacional como estatal. Desde 2010, el país ha visto al menos cinco intentos significativos por restringir su venta y consumo, impulsados por la creciente preocupación ante las altas tasas de obesidad y diabetes.
El primer intento nacional llegó en 2010, cuando la Secretaría de Educación Pública (SEP) y la Secretaría de Salud emitieron los "Lineamientos Generales para el Expendio y Distribución de Alimentos y Bebidas en los Establecimientos de Consumo Escolar".
Esta medida buscaba erradicar la comida chatarra de las escuelas para combatir la obesidad infantil, pero su impacto fue limitado.
Los estudios del programa “Vida saludable, correspondientes a 2023-2024, revelaron que el 98% de las escuelas aún ofrecían estos productos, evidenciando una implementación débil.
En 2014, el gobierno reforzó estos lineamientos con una publicación en el Diario Oficial de la Federación, prohibiendo alimentos altos en azúcares, grasas y sodio. No obstante, la falta de supervisión y cumplimiento volvió a mermar su efectividad.
El año 2020 marcó un punto de inflexión con iniciativas estatales. Oaxaca se convirtió en el primer estado en prohibir la venta, distribución y publicidad de comida chatarra y bebidas azucaradas a menores, incluyendo escuelas, mediante la conocida "Ley Antichatarra", aprobada en agosto con amplio respaldo legislativo.
Tabasco, por su parte, no tardó en seguir este ejemplo, aprobando una medida similar el 17 de agosto de ese mismo año.
Esta prohibición, que también restringía el acceso de menores a estos productos en entornos escolares, surgió en un contexto crítico: la pandemia de COVID-19, que puso en evidencia los riesgos asociados a la obesidad y la diabetes, dos condiciones prevalentes en la entidad.
En Tabasco, esta decisión tuvo un peso particular debido a su alarmante situación de salud.
Según el INEGI, para 2023 el estado ocupaba entre el quinto y sexto lugar nacional en obesidad general, pero lideraba en obesidad infantil, además de registrar 150 nuevos casos de diabetes anuales, siendo esta la primera causa de muerte en la región, aseguraba la entonces secretaria de Salud, Silvia Guillermina Roldán Fernández, durante la Primera Reunión Regional del Colegio Mexicano de Cirugía para la Obesidad y Enfermedades Metabólicas.
A nivel federal, en 2022 se dio un paso más con una reforma a la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, que prohibió la venta de comida chatarra a menores en todo el país, incluyendo escuelas.
Aunque esta ley marcó un avance legislativo, su implementación fue gradual y dependió de regulaciones locales, lo que diluyó su impacto inmediato.
Finalmente, en 2025, el decreto del programa “Vida Saludable”, publicado en septiembre de 2024 en el Diario Oficial, estableció una prohibición total de la comida chatarra en las 255 mil escuelas del país, vigente desde el 29 de marzo.
Esta medida impone multas de entre 545 y 5,450 dólares a las escuelas incumplidas y promueve alternativas como tacos de frijol y agua potable.
ES UNA TAREA PARA ESPECIALISTAS
Para Miriam Huertas Cadenas, nutrióloga e investigadora con formación en alimentación respetuosa, estos 15 años reflejan avances significativos, pero también fallas estructurales.
“La información en las escuelas debe de ser brindada por especialistas de la alimentación y no por profesores”. Asegura que dejar esta tarea a docentes, sin preparación nutricional, limita el impacto de las prohibiciones.
“Esta medida es buena a largo plazo, donde la población infantil se pueda encaminar hacia buenos hábitos y en un futuro poder tener una población adulta con menores tasas de obesidad, siempre y cuando se tome en cuenta que en las escuelas se tenga el personal capacitado como los nutriólogos”, subraya.
Huertas apunta también a los padres como el foco principal: “Los que deben recibir la educación nutricional son los padres de familia, los niños no son los indicados porque no son los que preparan sus alimentos, ni mucho menos son los que adquieren los alimentos, sino depende totalmente de los adultos”.
Desde su experiencia, observa que pocos padres consultan nutriólogos para sus hijos, y aboga por una educación simultánea entre ambos. Propone el “plato del buen comer” como una herramienta accesible:
“Sería enfocarnos en el plato del buen comer, que es una herramienta básica para cualquier tipo de población, y que esta población reciba una educación adecuada, explicándole realmente cuáles son las estrategias nutricionales”.
Por último, la nutrióloga también desmiente mitos económicos: “No se preocupen, porque el comer sano no significa comprar los alimentos más caros, lo que realmente importa es que las mamis concienticen un poco de lo que están mandando como lunch”, pues reconoce que las mujeres suelen encargarse de la alimentación infantil y pide empatía hacia las madres con menos recursos.
Tras 15 años de intentos, la pregunta persiste: ¿será esta la vez que México logre un cambio duradero? La respuesta, según la experta, está en el apoyo en los nutriólogos y concientización en los hogares.