VILLAHERMOSA, TABASCO.— Me llamo Lucas, pude haberme llamado también Pancho, Rocko o Canela —en caso que hubiera nacido perra— porque a los mexicanos les gusta poner esos apelativos a sus mascotas, según una encuesta que leí en Dog Hero.
Sí, como lo lees, soy un perro mexicano, que sabe leer y escribir, de raza chihuahua. Digo, si en una película llamada Beethoven, un canino habla, ¿por qué no un sabueso azteca parlaría en un reportaje serio?
Me han pedido que responda algunas preguntas para Sintexto, un sitio web novedoso, como podrás comprobar si estás leyendo esta declaración mía sobre el precio que se paga por tenernos de mascotas. Además, es como dicen los periodistas, de primera mano, ¿o debo poner pata?
Inevitablemente hablaré de gastos, y ya se sabe que desde que Judas traicionó a Jesús, tratar asuntos financieros tiene algo de prejuicioso. Pero así como una joven pareja calcula el costo que representa traer un nuevo hijo al mundo, los que nos aman deben entender que hay que meternos en su lista de gastos necesarios para procurarnos una buena calidad de vida.
DE PERROS A PERROS
Yo tuve suerte. Soy uno de los 43.8 millones de canes que viven en un hogar mexicano , pero hay quienes viven de la patada, es decir, no tienen un lugar donde vivir, ni quien les brinde una caricia.
Tan solo en Ciudad de México hay unos 25 millones de cuatro patas «eléctricos», alusión socarrona, muy mexicana que habla de la situación triste de los canes que no son de raza y viven en una situación de calle.
A estos se les puede ver alrededor de los tianguis, de los mercados públicos, de las carnicerías y pollerías de las colonias y hasta en los cafés con mesas al aire libre. Para usar una expresión muy humana, pero significativamente perruna, estos colegas no tienen «ni perro que les ladre».
Hay otra clase de compañeros con «la cola muy alzada». No se confundan, por favor, los humanos dicen esto para referirse a alguien negativamente, que presume más de lo que tiene. Nosotros literalmente alzamos la cola cuando estamos de buen ánimo y felices, esto significa que nuestros dueños nos procuran.
Y eso de lo que vengo hablarles: De mi alimentación, del cuidado básico de mi salud y hasta de mis vacaciones en hoteles exclusivos para canes.
EL MENÚ MÍNIMO
Paré oreja la otra vez que la abuela dijo que a mis antiguos descendientes les daban las sobras de lo que ellos comían diariamente, y cuando devoraban todo, iban a comprar retazos con hueso a la carnicería de la esquina.
Me sorprendió enormemente esta revelación. Yo solo conozco alimento procesado, que venden en los grandes centros comerciales o en las veterinarias, que así les llaman a los hospitales donde nos tratan las enfermedades. Mi mejor amigo desembolsa 400 pesos (23.83 dólares) cada mes para mi alimentación.
Para un obrero que gana un sueldo promedio de 12,938 pesos al mes, comprar nuestro alimento procesado representa el 3.09 % de su salario, es un enorme esfuerzo.
No conozco a ningún «perro mal agradecido» —otra expresión muy humana pero que no corresponde a la realidad), al contrario, nuestra presencia en los hogares se compensa con muchos beneficios (si leen sin texto esta semana sabrán de lo que hablo, solo les puedo adelantar que cada reportaje «está bien perruno»).
Cuando la abuela se queja de esta suma, oigo a mi amo defender mi comida como muy nutritiva, pero la que más me hace reír, es decir, mover mi cola y saltar a su alrededor es cuando dice que «al menos mis heces son perfectamente redondas y no cuesta trabajo recogerlas».
Gracias a mis heces, hay una industria alimentaria de mascotas (que incluye a gatos) que genera en México valor por 50 millones de pesos anuales.
CUIDADOS ESENCIALES
Cuando cumplí 50 días de nacimiento, siendo un cachorrito, mi familia humana me llevó al veterinario para empezar mi cuadro básico de vacunación. Como sucede a los humanos primerizos en estas experiencias, me puse angustiado y metí la cola entre las piernas.
Me aplicaron una vacuna que me protegería contra el moquillo y el parvovirus, unas enfermedades bien perras, En esa ocasión mi amo pagó 300 pesos por la dosis, más 300 peso por la consulta.
Dos meses después, me aplicaron una vacuna polivalente, que refuerza las dos anteriores y me vuelve un super can contra la leptospira, la hepatitis, y la parainfluenza. La cantidad que desembolsó mi amo fue la misma que la vez anterior.
A los cuatro meses, además del refuerzo de la polivalente, se agregó una vacuna que me permitió salir a la calle: contra la rabia, que cuando supe que no tenía cura, me sentí muy aliviado de tenerla.
En este tiempo disfruté de oler la hierba de los parques y de meter mi hocico en cuanta charca me encontraba antes de que el veterinario me desparasitara. Valió la pena que mi amo pagara un extra de 100 pesos más. También aquí el costo depende del peso y el medicamento.
Espero no desanimarlos si desean tener una mascota. El veterinario que me atiende desde que era un cachorrito, llamado Andrés Torres, y que da consultas y opera en Blue Pet Home: Veterinaria, Estética canina y Hotel, en Villahermosa, explicó a mi amo la importancia de estos cuidados:
«Muchos de los problemas a los que nos enfrentamos los médicos veterinarios son por el desconocimiento del propietario a su mascota, ya que a veces no tienen la información de todo eso que se puede evitar con sus mascotas, por ese desconocimiento las personas no aplican un correcto cuadro de vacunación o un correcto control de vacunación, todo esto es algo que merma o afecta la salud de las mascotas».
Afortunadamente está cambiando el cuidado a nuestra «perradita», como diría un poeta tabasqueño, en todo el país (no te pierdas el próximo texto de mañana sobre la protección jurídica animal). «Se está empezando el hábito de llevar regularmente a la mascota al veterinario no por enfermedad sino ya por cuestiones preventivas», agregó mi doctor preferido.
CUANDO MI FAMILIA VIAJA Y NO ME LLEVA
Mi familia humana ha salido de viaje varias veces, y aunque pueden llevarme en un avión sedado, los últimos tres años me han dejado hospedado en la clínica donde me han cuidado la salud desde que era un cachorro.
La verdad Blue Pet Home está dejando huella en Villahermosa a favor de mi especie. Y es tanto así que ya hay una sucursal en la colonia Atasta.
Me llevan a la colonia Heriberto Kehoe Vicent no sólo por las consultas habituales para vacunas, sino también para peluquearme y cortarme las uñas y limpiarme las orejas.
Hay un refrán humano que dice: «Dependiendo del sapo es la pedrada». El precio varía dependiendo del tamaño de la mascota, yo que soy una especie de sapo quizá en el reino animal y entro en el rango de los 300 pesos por el servicio.
Después de dos horas de aseo, mi amo me espera en la sala. Su sonrisa lo dice todo, estoy en condiciones de tirar los perros a las perras hermosas de mi colonia.
Pero a lo que quería referirme es al novedoso hospedaje que ofrecen en esta parte del mundo. En este lugar he conocido visitante tan diferente a mí, pero interesante.
¿Me creerán si les digo que en el hotel de Blue Pet Home he conocido a una guacamaya y a una tortuga gigante, que llegó primero para operarse con el doctor Andrés Torres, porque tenía un anzuelo atorado en su boca, y luego de la exitosa intervención quirúrgica se hospedó aquí.
El alojamiento es 24 horas por siete, o sea está disponible siempre, los espacios son muy amplios y cómodos y está climatizado, además cuenta con supervisión humana, e incluye actividades acuáticas y terrestres. Como soy un chihuahua mi amo pagó cada noche de hospedaje en 200 pesos. ¡Increíble!, ¿no?
ADIESTRAR AL PERRO Y AL DUEÑO
Ah se me olvidaba decirles, aquí en Blue Pet Home me adiestraron, es otro servicio con el que cuentan. Mi entrenamiento duró cuatro semanas, pero he oído que algunos colegas se quedan hasta seis semanas.
El adiestramiento es diario y mi amo venía por mí, pero cuenta con la opción de dejarnos hospedados. El precio aproximado es de seis mil pesos.
La última semana mi amo participó en el adiestramiento, él aprendía a dar órdenes. Oí a otro perro que se quedaba hospedado porque también se adiestraba, decir: «El problema no somos nosotros, son nuestros dueños que deben aprender a mandar».
El hombre que creó Blue Pet Home dice que somos como niños, que vale la pena dar una buena vida a nuestra especie. Sentí envidia humana cuando me enteré que una parte del nombre de este maravilloso lugar rinde homenaje a su primera mascota llamada así, «Blue».
(Aún no tengo familia, pero he oído a mi amo preguntar algo sobre esterilización. Como soy un chihuahua macho, el costo de la operación es de mil 200 pesos, puedo quedarme una noche aquí, y regresar luego para que ya sin desembolsar dinero me saquen los puntos).
Saquen cuentas de cuánto hay que apartar al año para darnos una buena vida. Pero como dicen los humanos, y en esto los perros nos unimos, el precio de tener una mascota... no tiene precio.
Nota: La foto de esta imagen es en la sala de Blue Pet Home, donde me gusta echarme en el sofá y el periodista de Sintexto me hizo las preguntas.