TABASCO. Majo, una joven de 25 años dedicada a las ventas en Tabasco, vivió una pesadilla tras ser víctima de un fraude cibernético, como reportó previamente Sintexto. Engañada por individuos que suplantaron la identidad de una institución financiera, perdió dinero que necesitaba con urgencia, sumiéndola en un torbellino emocional.
Monserrat Quevedo López, licenciada en Psicología por la Universidad del Valle de Atemajac (UNIVA), con certificación en Psicología Clínica y posgrado en Terapia Familiar, analizó el impacto mental de este tipo de experiencias y ofreció herramientas para sobrellevar sus secuelas.
La especialista explicó que una crisis económica, como la que atravesó Majo, desencadena “pensamientos recurrentes” que moldean las emociones y conductas. “Antes del fraude, puede haber pensamientos como ‘qué voy a hacer’, ‘cómo voy a conseguir el dinero’, ‘y si vendo mi coche’.
Estos pensamientos negativos provocan ansiedad, tristeza, frustración y abrumación”, afirmó Quevedo. En el caso de Majo, la urgencia económica la hizo vulnerable a los estafadores, quienes aprovecharon su necesidad con falsas promesas.
Para la psicóloga, perder la estabilidad económica debería tratarse como un “duelo”, un concepto que pocas veces se reconoce como tal.
“A veces creemos que una pérdida es solo de un familiar, pero perder la estabilidad que te proporciona el dinero provoca frustración, agonía, dolor y culpa”, señaló.
Este duelo, añadió, genera pensamientos de desaprobación personal como “cómo se me ocurrió”, “qué tonta soy”, alimentando un ciclo de autocrítica.
Como ejemplo, mencionó cómo los algoritmos digitales rastrean intereses de los usuarios, exponiéndolos a estafadores que los convierten en presas fáciles.
Quevedo López resaltó que no se puede evitar el duelo, pero sí trabajar para que “duela menos”.
“Un duelo por pertenencia económica es común, pero poco visible. Dinero es sinónimo de proveer, y si no lo tengo, siento que no soy suficiente”, explicó.
Aunado a esto, La Encuesta Nacional sobre Salud Financiera (ENSAFI), reveló que en 2023 el 60% de los mexicanos afirmaron tener estrés financiero, consecuencia de préstamos, gastar más de lo planeado, la acumulación de deudas, dinero insuficiente para actividades de entretenimiento, gastos imprevistos y dificultades de ahorro. En tanto que el 58.1%, es decir, más de la mitad de los tabasqueños, lo padecen.
De la media nacional, los síntomas fisiológicos derivados del estrés financiero rebasan a los psicológicos. El 34.9% de las personas aseguraron haber padecido dolor de cabeza, gastritis, colitis o cambios en la presión arterial.
Mientras que el 30.7% presentó problemas de sueño, alimentación, alcoholismo o consumo de tabaco. Y sólo el 10.3% presentó afectaciones sociales como conflictos familiares, con amistades o en el trabajo.
Para las víctimas de fraudes cibernéticos como Majo, la especialista enfatizó que hay que intentar “quitarse la culpa”: “Fraude significa engaño, aprovecharse de una vulnerabilidad. Es tu responsabilidad trabajarlo, pero no es tu culpa”. Advirtió que los estafadores son expertos en manipulación, y detectar el engaño es difícil porque “nadie aprende en cabeza ajena”.
Su consejo para prevenir estas situaciones es escuchar a terceros objetivos: “Tu vulnerabilidad y confrontación emocional te impiden pensar con claridad, aunque tengas la capacidad. Alguien más objetivo puede ayudarte en ese momento”.
Para quienes ya fueron estafados, recomendó: “No te avergüences por lo que pasó; trabaja para recuperar lo perdido, busca opciones aunque sea poco probable; lee tu cuerpo, porque el insomnio, los dolores de cabeza o la taquicardia son respuestas al duelo, no solo al fraude”.
“El cuerpo expresa”, afirmó la psicóloga, destacando que estas reacciones físicas reflejan el impacto emocional de la pérdida económica.
Aconsejó aceptar la situación como parte de un contexto social fracturado, no como un fallo personal: “No te culpes por algo que no te correspondía; fuiste víctima, y desde ahí puedes empezar a mejorar cómo te sientes”.
El caso de Majo, expuesto por Sintexto, no solo revela la sofisticación de los fraudes cibernéticos, sino también el dolor silencioso que dejan tras de sí, un duelo que, aunque invisible, merece atención y comprensión.