TABASCO. Con el paso de los años, hay quienes logran cumplir sus sueños y quienes los dejan atrás por circunstancias de la vida. Carlos, conocido como el Payaso Chicharrín, parece habitar justo en medio de ambos mundos.
Entre el ir y venir de los automóviles en la intersección de la avenida Gregorio Méndez Magaña y la calle Plutarco Elías Calles, un personaje colorido alegra el día a día de los conductores y transeúntes. Es Chicharrín, un artista que divide su tiempo entre los semáforos y los eventos infantiles.
Con casi cuatro años dedicados a este oficio, este hombre de carácter reservado ha encontrado en el maquillaje, los malabares y la risa de los niños, su forma de ganarse la vida y, al mismo tiempo, mantener vivo a su niño interior.
Cuatro días a la semana, él se despierta agradecido y elige entre sus cuatro personajes —el vagabundo, Augusto, el payaso cara blanca o el payaso triste— para salir desde Parrilla hasta el semáforo de la avenida Magaña.
Ahí, bajo el sol abrasador de Villahermosa, ofrece una pequeña muestra de su espectáculo familiar mientras interactúa con los conductores y peatones.
“Como ahorita que está pasando en el semáforo, ver que los niños me saludan, eso como que alza mi autoestima”, comparte el cómico, quien asegura que llevar alegría a los pequeños es su mayor motivación.
Antes de ser payaso, Carlos trabajaba como albañil en la construcción, pero todo cambió un día en su comunidad cuando surgió la necesidad de un personaje que entretuviera a los niños.
“Me nació a mí, miré la necesidad de los niños que estaban desocupados y pensé, tenemos que llamar su atención, ocuparlos en algo, tener alguna actividad, para que ellos también se ocupen en esta vida”, recuerda.
Aquel primer espectáculo cerca de Parrilla, donde llevó alegría y algunos obsequios a personas de bajos recursos, marcó el inicio de su carrera como payaso, impulsada por un espíritu solidario.
Su historia, sin embargo, se remonta a sus 11 años, cuando junto a cuatro amigos, se pintaban con acuarelas y jugaban a hacer circo en la casa de uno de ellos.
“Ahí nos pintábamos con acuarelas y jugábamos a hacerla de circo. Así empezamos, y cobrábamos en aquel tiempo 50 centavos. De eso ya como treinta años”, relata. De aquellos cuatro pequeños payasos, solo Carlos sigue en el oficio tras una mudanza a Tuxtla Gutiérrez, en el vecino estado de Chiapas, lo que lo alejó de sus compañeros.
Hoy, con 10 vestuarios —cuatro para los semáforos y seis para eventos privados— diseñados con la ayuda de su hermano, Chicharrín no sólo trabaja en las calles, donde gana entre 240 y 300 pesos diarios, sino que también es contratado para eventos infantiles y familiares.
Su servicio, que cuesta 2,500 pesos por dos horas, es su principal sustento. Además, asiste a congresos de payasos en distintos estados de la República, donde aprende técnicas de maquillaje, efectos y actuación.
“Allí dan enseñanza de maquillaje, efectos y también cómo actuar en un escenario”, explica, tras descubrir estos encuentros por una publicación en Facebook.
A pesar de su amor por el oficio, admite que no siempre está seguro de su elección. Cuando se le pregunta “¿Si no fueras payaso, te hubiera gustado ser otra cosa?”, responde: “Tal vez me hubiera gustado ser chofer, pero me gusta ser payaso”. Sin embargo, su tono denota cierta duda.
Con todo, asegura que “ser un payaso es dar alegría a los niños, y también requiere de mucha preparación, no solamente es que me voy a pintar. También hay que ir a los congresos para aprender, porque uno aquí en la calle, alguien del medio artístico, nunca termina de aprender”.
Y a aquel niño que sueña con ser payaso, le deja un mensaje: “No todo en la vida va a ser fácil, pero si ustedes aprenden a superar sus dudas, sus inquietudes, van a lograr ser grandes personas en la vida”.
Así, entre trucos de magia con un pañuelo y una esfera de plástico que desaparece en el semáforo, Carlos sigue adelante, demostrando que los sueños, aunque a veces tambaleen, pueden encontrar su lugar bajo el sol de Villahermosa.
Para quienes deseen contratarlo, Chicharrín comparte su número telefónico: 993 373 5268.