VILLAHERMOSA, Tab.- Antes la curiosidad era un trabajo del azar. Las personas no sabían lo que les gustaba, hasta que, de pronto, en efecto les gustaba.
Hoy esto ocurre con menos frecuencia. Como nunca, se tiene la certeza de lo que gusta, controlado, ya no por el azar, sino por un algoritmo que no se arriesga a la sorpresa.
Incentivar la lectura en este escenario requiere de esfuerzos creativos, donde los Afiches Literarios, un proyecto promovido por el tabasqueño Fernando Abreu, encuentran su espacio con un guiño hacia el pasado: un formato de postal física.
Entendidos de que hoy en día, lo que no se ve no existe, en la parte frontal de los afiches una ilustración anuncia la historia narrada en la parte posterior de las láminas.
Con un formato de fácil acceso y lecturas ligeras, el autor de Bar la Bamba, (2011), en una conversación que tuvo con una amiga diseñadora con la que comparte su gusto por el cine, pensó hace más de un año y medio en una forma de adaptarse al poco tiempo que dedican las generaciones más jóvenes a los contenidos que consumen.
La primera idea era replicar los pósters de las películas en un tamaño similar, sin embargo, optaron por el tamaño postal apostando en la practicidad de compartir el afiche entre personas que no son lectores.
“Hemos tenido bastante aceptación por el tipo de formato y las imágenes que son bastantes llamativas con el público general y con los estudiantes; se les hace una manera muy viable, muy rápida y sobre todo porque las historias son bastantes divertidas, son de corte urbano y se quedan muy entusiasmados con los afiches”, explica Fernando.
Hasta el momento el proyecto ha incluido a José Carlos Díaz, Kevin Rosales y Jenifer Herrera como ilustradores y a Manuel Felipe, Juana Bernal, Brandon Blanco y al mismo promotor que se considera más bien un lector que escribe.
Sin embargo, el buen recibimiento del proyecto en algunas escuelas que ha visitado, ha generado la intención de abrir una convocatoria para recibir a nuevos escritores o ilustradores.
“Fuimos a un colegio de bachilleres y me sorprendió que llegaron muchos chicos y chicas con textos para corregirlos, para tallerearlos y ellos mismos tienen una especie de club de lectura. De todos los participantes hay una chica que hace prosa poética y creo que va a hacer el próximo afiche; incluso ella dibuja, hizo un boceto y creo que es lo padre, sumar todas estas manifestaciones artísticas de gente tan joven”.
Tener como objetivo a la gente joven se debe a la percepción de la apreciación por las cosas, ya que jóvenes de 17 años o menos consumen videos de 15 segundos que ni siquiera logran terminar de ver por lo que “no tienen apreciación por nada, reciben asomos de información”, señala Fernando.
Por lo que estos textos cortos, pero que requieren de mayor concentración tienen la intención de sembrar el ánimo de que en algún momento, el público juvenil pueda leer textos más extensos.
“Como bien decían, un buen poeta es cuando sus versos se quedan grabados en ti, e intentamos que con estas historias queden algunas frases, alguna imagen chistosa, o grotesca o visceral o reflexiva y creo que a muchos se les han quedado estas historias”.
Abreu considera que los ‘textos con dibujos’, dan la impresión en el lector de ser una lectura fácil. Ahí el éxito de los cómics o novelas gráficas, “somos muy visuales y creo que las generaciones de ahora lo son más y sobre todo la dependencia tecnológica [...] la información impresa, a menos de que sean de estudio, ya han caído un poco en desuso [...] se les hace más fácil buscarlo en internet”.
En el fondo, todos los escritores repiten certezas. En una entrevista reciente hecha por el periodista Galo Abrain, Juan Villoro asevera que el arte capacita para valorar lo real, refiriéndose a cómo la lectura puede ayudar a una personas sumergida completamente en los espacios digitales, a reintegrarse a la realidad.
Unos espacios digitales, que de acuerdo con el promotor de los afiches literarios están llenos de contenidos vacíos. “Nos inundan a diario por los medios digitales y la gente está pendiente de eso, más que tener conocimientos nuevos o simplemente el hábito por la literatura”.
Además de ser la oportunidad de involucrar a noveles escritores para publicar sus primeros textos, los afiches literarios tienen la característica de interrumpir por, acasos breves instantes, los flujos del algoritmo que guarda recelo al asombro, en la primer generación, como trata de manifestar en su último libro Juan Villoro, No soy un robot (2024), que tiene que demostrar que no pertenece a las máquinas.