TABASCO. En la tranquila ranchería Sur, sección primera, del municipio de Comalcalco, se esconde un tesoro culinario que ha trascendido generaciones: la panadería de Los Naranjo. Llegar al destino de uno de los mejores panes artesanales de la Perla de la Chontalpa, es toda una odisea.
“Allá, por la primaria Nicolás Bravo”, es la referencia que suelen dar quienes conocen y han disfrutado de su delicioso pan horneado. También la describen como “la casona antigua”. En efecto, el inmueble tiene paredes altas y tejas de color ladrillo que han dado albergue al negocio familiar desde hace décadas.
Fundada por José Torres Vázquez, el popular "Checa Torres", sobre la avenida “Lázaro Cárdenas”, la panadería ha sido testigo de cómo el sabor artesanal ha atrapado el gusto de miles de clientes. Hoy, Enriqueta Naranjo Suárez, nuera de "Checa Torres", honra el legado junto a sus cinco hijos.
Hasta antes del temblor de 2017, todos los productos se horneaban en un fogón de barro, un método tradicional que impregnaba un sabor único a los panes.
"Era un sabor muy diferente porque era a la leña", asegura doña Queta.
A pesar de los cambios, la familia mantiene viva la esencia de la panadería. Cada semana elaboran cientos de pastelitos que deleitan los paladares de los tabasqueños, pero además la actividad les permite solventar los gastos de su día a día.
En esta jornada, una producción de 8 mil pastelitos está a la espera de que les coloquen el relleno de carne que les dan un sabor sinigual. De ese proceso, se encarga Daniela Ricarde Arias, sobrina de doña Enriqueta.
Desde los 10 años aprendió a sazonar el pavo y la gallina que burbujean en la gigante cazuela que, esta sí, es hecha a la leña.
Antes de mezclar la carne entre cebolla, chile morrón y pasita, ella se ha parado de la cama bien temprano para lavar los animales, cocerlos, picar la verdura y verterlos en la olla que le humea todo el rostro.
Luego de una hora, la carne está lista. Se muestra orgullosa de haber combatido el humo, para darle un extra a su carne: el sabor a leña. “Nada de estufa aquí, por el sabor, la leña se siente cuando la está comiendo uno (...) en la estufa no se siente el sabor”.
Daniela tiene cuatro hijos, a los que también les enseña el valor de esta tradición que anhela mantener. “Con lo que me paga mi tía Queta, llevo a mi casa los alimentos (...) estamos enseñando a la más chiquita por si el día de mañana yo falto, ya ayuda a mi tía o a los hijos de ella, porque son los que van a quedar”.
La panadería de Los Naranjo es mucho más que un negocio, es el corazón de una familia y un espacio donde se cultivan tradiciones. Cada miembro contribuye al proceso de elaboración, desde la preparación de la masa hasta el relleno de los pastelitos.
Mientras que la casona centenaria, además de ser un lugar de trabajo, se ha convertido en un punto de referencia para los habitantes de la ranchería Sur y para algún turista curioso que se detiene a tomar alguna fotografía.













