VILLAHERMOSA, Tabasco.— Un día de fiesta, de tamales, de Día de la Candelaria, se volvió un día de protesta, horas antes del arribo del presidente Andrés Manuel López Obrador, a la inauguración de la magna obra de los dos malecones que custodian el gran río Grijalva.

La avenida reluciente del boulevard Leandro Rovirosa Wade, con sus adoquines preciosos, se convirtió en un río humano de protestas para pedir al paisano las más variopintas necesidades, desde profesionistas con más de tres años de lucha, desplazados por mano de obra de otros estados y hasta de coreanos y venezolanos, que piden al Presidente los tome en cuenta para plazas definitivas en la refinería Dos Bocas, hasta jubilados del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que exigen devolución por los descuentazos que le hizo el Gobierno del estado a diciembre del año pasado.

Al grito de «de-vo-lución, de-vo-lu-ción», los maestros estrenaron con pancartas el ancho de la calle impoluta hasta donde les fue posible llegar. Por si hay repunte de COVID o no en Tabasco, llevaron puestos sus cubrebocas.

De un poblado de Nacajuca, una mujer chontal de nombre Manuela de la Cruz, vino para denunciar ante el Presidente el despojo del que son víctimas más de mil familias indígenas por parte de caciques locales y en complicidad con la Fiscalía. Aseguró que ni los documentos de la Reforma Agraria detuvieron la quema de más de 200 casas por parte de los despojadores.

Representando a más de 160 profesionistas, Rosa Guadalupe Morales Osorio exigió que les hagan caso, porque llevan más de tres años en la lucha y no les han dado ni una plaza de base para trabajar en la refinería.

Al lugar también se acercó la titular del Instituto Estatal de la Mujer, Nelly Vargas, quien informó de la reducción de la violencia familiar en la entidad, presumiendo su programa de banquetas seguras para brindar ayuda a mujeres violentadas, aunque en las nuevas obras no la tienen todavía.

Y todavía no llega el Presidente...