Tabasco.- Todos quienes alguna vez vivieron y ahora se encuentran bajo lápidas en el Panteón Central de Villahermosa comparten algo en común: la sentencia A Perpetuidad, y un número asignado, lo otro que los une es la visita de sus familiares, quienes aprovechan este primero de noviembre para limpiar las tumbas, dejar flores y para recordar tanto buenos como malos momentos.
En el Panteón Central de Villahermosa diversas familias se dieron cita para llevar flores y limpiar las tumbas de sus seres queridos. La señora Mollinedo asiste junto a su esposo como ya es su costumbre, a hacer labores de limpieza en las bóvedas de sus familiares, en una tienen a su mamá, en la otra a su papá junto a su hermano, este proceso de visitas lo repite al menos tres veces por semana; martes, jueves y sábado, esto ya desde hace 41 años.
“Nosotros no hacemos show”, dice, mientras ve pasar a quienes asisten una vez al año en visita de sus familiares, añade que ella siempre ha pensado en cuidar la memoria de su familia visitándolos lo más posible, no se preocupa sino la visitan de igual forma cuando ya no esté, “los que se queden aquí ya será otro cantar”, expresa.
Por su parte, la señora Cabrera cuenta que su sobrino, criado por ella, aún siendo diestro al volante como conductor de la aplicación Uber, fue víctima de la fatalidad en un accidente en la carretera Villahermosa Teapa, su nombre era Fabián Cabrera y ahora su tía le lleva flores amarillas, “él me dijo que si le pasaba algo le llevara flores amarillas a su tumba, porque significan optimismo”, explica, entre sollozos mientras añade que siempre lo quiso como a un hijo.
Pese a las muchas flores que entran al lugar y a la moderada visita de los villahermosinos para los vendedores de estas, ha disminuido un poco la demanda en este año, asegura Fernanda, una de las encargadas del negocio Paulina, en plena calle Chapultepec, también conocido como el mercado de las flores en la ciudad, comenta que en dicho local ha disminuido entre un 40% la demanda respecto a 2024.
Otras tumbas del panteón no son visitadas ya ni se les da mantenimiento por su vetusta edad, algunas datan del siglo XIX, como la de Eulalia Odiardi de Dupeyrón, que murió en 1895.
Otras conservan impregnadas la pasión de sus vidas: el fútbol, como la de Jesús Hernández León Moreno, quien en la foto que conserva su imagen viste una camiseta de la selección colombiana, otra, la del señor Jesús López, tiene impresa en las losetas el representativo águila del Club de Fútbol América.
Particular es el caso de una tumba en malas condiciones que recuerda a quienes se fueron siendo apenas unos bebés, en la lápida que responde al nombre de Daniel Méndez Méndez, se observan juguetes; una veintena de carros de juguete, piezas decorativas de ángeles infantiles acompañados de múltiples cruces opacan la ya amarillenta foto de un recién nacido.
El nieto e hijo de Alfonso Santamaría Hernández lo visitan también este sábado, se refrescan bajo la sombra de una lápida vecina, “mi papá murió en 1970”, describe, “no traje flores a la de mi mamá, ella me decía siempre que no quería flores cuando muriera, que se las llevara estando viva, pero yo lo que le llevaba era una caguama”, dice entre risas.









