TABASCO. "Personajes populares de Villahermosa del siglo XX" es una colección de esculturas creadas por el artista plástico tabasqueño Gútenberg Rivero Ramírez, que desde el año 2004 pertenece a la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT).
Este patrimonio cultural que da muestra de la agudeza y sensibilidad del artista, está conformado por obras que capturan la esencia de individuos que marcaron la vida cotidiana de la ciudad capital durante la época de los 70’s y 80’s del siglo pasado.
La primera exhibición de esta colección tuvo lugar en noviembre de 2004 en la Biblioteca Central "Lic. Manuel Bartlett Bautista". En 2006 fue trasladada a la rectoría de la máxima casa de estudios, donde permaneció hasta 2024.
Hoy esta recopilación caricaturesca de figuras memorables que formaron parte de ese folclor que da identidad a los villahermosinos, puede apreciarse en una de las salas de exhibición del nuevo Centro Cultural Quinta Grijalva.
CINCO FIGURAS DEL PASADO
En una edición especial de la Gaceta Juchimán, editada por la UJAT en 2017, la magistrada Juana Inés Castillo Torres, cuya familia avecindó con esos personajes que, en su pequeño taller de la calle “Morelos”, Gútenberg perpetuó en pequeñas esculturas de papel, describe anécdotas de ellos.
Aquí te compartimos cinco de esas historias, cinco de esas vidas que en algún momento de su existencia llegaron a dedicarse a oficios que el tiempo y la sociedad liquida han condenado al olvido.
1. El Vendepiguas (vendedor ambulante)
El Vendepiguas era un señor que diariamente acostumbraba pasar por las calles al filo de la una de la tarde con su charola de madera en la cabeza y gritaba. ¡Piiiguas! ¡Ostiooonesescabecha’os! El frasco chico de ostiones lo vendía a cinco pesos y el grande a diez.
2. El Paragüero (arreglaba paraguas)
¿Quién no escuchó gritar al señor moreno? ¡A componeeer paraaaguas! ¡A componeeer sombriiillas! Cargaba alambres de varios tamaños y llevaba herramientas en un morral. Pasaba por la calle Rosales al mediodía, casi al mismo tiempo que el vendepiguas. El paragüero se sentaba a trabajar en el frente de la casa de los Lamparilla.
3. El Picot (vendedor de cancioneros)
Este personaje vendía el cancionero Picot que promocionaba los sobres de sal de uvas de esa marca, impreso en sepia; ahí venían las fotografías de las Hermanas Águila, de Agustín Lara, Pedro Infante, de los cantantes y artistas del cine de la época de los cuarenta y cincuenta. Traía las letras de canciones y sus notas musicales para interpretarlas en guitarra. Incluía recetas médicas y chistes.
4. El Aguador (vendía agua en latas)
Don Guillermo y don Lupe vendían agua de quinta. El pozo estaba en la colonia Nueva Villahermosa, por el taller Los Leones de la calle Cuitláhuac, propiedad de los nietos de don Macedonio Falcón. En el caballo transportaban las latas de agua, costaba 50 pesos cada una; las bajaban, las cargaban en la cintura y vertían en la tinaja que acostumbraban las familias en los años sesenta y setenta.
5. Isabelino el Duende (lanchero)
El que manejaba la lancha que cruza el Río Grijalva a la altura de la avenida Méndez se llamaba Isabelino García Cruz, alias El Duende, un hombre de baja estatura con un sombrero chontal de enorme ala ancha, por eso el apodo. Era amable, muy platicador, iba seguido al taller mecánico de mi padre Mario Castillo ubicado en la calle Bastar Zozaya entre Constitución y Malecón, para que le soldara algunas piezas del motor de su lancha. Le decíamos: La lanchita del Paso del Duende.
Dentro de los personajes retratados por el artista plástico, también se encuentran el Almirante Achirica; Juanita “La Pastelera”; José “El Cieguito”; Los Mormones Predicadores; El Pájaro Azul; Ciro Morales, taquero; María Garrido, lavandera; María Pons, limosnera; El Chombo, mandadero; y Danielito “El Trenecito”.
PRIMERO, EN PAPEL MACHÉ
La obra escultórica de Gútenberg Rivero (1937-2005) se caracteriza por su estética enraizada en el arte popular. Las piezas se elaboraron originalmente en papel maché. Luego, a partir de estas creaciones, se elaboró un molde que permitió su posterior fundición en bronce, como parte de una tarea encargada al escultor Héctor Juárez. El propio Rivero se encargó de dar el toque final de color a las obras.









