QUINTÍN ARAUZ, Centla.— En el abandono y sin terminar, la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano dejó una obra "de relumbrón pero sin propósito" con valor de 11 millones y medio de pesos, en la villa de Quintín Arauz, zona indígena con gran estima para el presidente Andrés Manuel López Obrador.
El centro comunitario y un parque fueron pactados el 5 de junio de 2020, en la Ciudad de México, cuatro meses antes de que la isla, en el municipio de Centla, se inundara por las tormentas tropicales que hicieron crecer el gran Usumacinta.
«Esa obra que está ahí, no la vemos bien, perdieron un dineral que se fue con el contratista, porque ahí no beneficia a nadie. Nosotros no sabemos que hace esa obra. No hay nada ahí», relata con tristeza don José del Carmen Damián May, nativo del lugar.
Con sus brazos curtidos por el sol, señala la construcción a un costado de la plaza principal. La vieja estructura que hacía de casino solo fue reforzada y, en su frente, se construyó una estructura inclinada con dos niveles, rematados con un techo de guano, todo sostenido por pilotes de concreto.
La queja de don José del Carmen la seguiré escuchando en boca de otros quintinenses, contritos porque sienten que la SEDATU engañó a López Obrador. «Al pueblo no lo tomaron en cuenta, no le dijeron qué es lo que iban a hacer, es un dinero perdido —reclama agitando sus manos.—. Andrés Manuel quiere mucho a Quintín, que venga y vea cómo está esa obra».
Para colmo, la compañía a cargo de las dos obras, Construcciones Jebro de México, S. A. de C. V., se fue sin terminar la obra y sin pagar el sueldo de cinco semanas de labores y las prestaciones de los 60 trabajadores contratados, todos nativos de Quintín.
CONVENIO SIN RESPONSABILIDAD ALGUNA
La Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU) convino con el Ayuntamiento de Centla, «invertir subsidios federales«, provenientes del Ramo Administrativo 15, «Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano», para construir un parque central y un centro de desarrollo comunitario en Quintín Arauz, por un monto de 11 millones 441 mil 840 pesos.
La dependencia federal también construiría un centro deportivo, en la villa Vicente Guerrero, por 20 millones 641 mil 944 pesos. El total de inversión de la SEDATU para Centla alcanzaría los 32 millones 83 mil 784 pesos.
El convenio especificaba en la «Cláusula Tercera, Requisitos de elegibilidad», que el municipio costero, «bajo protesta de decir la verdad», manifestaba que los proyectos aprobados no estaban «ubicados … en áreas de riesgo».
También permitía a la SEDATU retirarse, «sin que medie resolución judicial y sin responsabilidad alguna», según la «Décima. Terminación Anticipada y Rescisión del Convenio», «cuando el municipio no cumpla en tiempo y forma con los compromisos pactados».
A pesar de que Quintín Arauz ha sufrido inundaciones recurrentes, se firmó el convenio. Por parte de la titular de la Unidad de Apoyo a Programas de Infraestructura y Espacios Públicos, suscribió la licenciada Glenda Yhadelle Argüelles, y por parte del municipio, la alcaldesa Guadalupe Cruz Izquierdo.
OBRA INSEGURA PARA REFUGIO
Un mes después de que se firmara el convenio, el 17 de julio del 2020, el titular de la SEDATU, Román Meyer Falcón, viajó a la capital tabasqueña para desde ahí trasladarse a los sitios donde estarían las dos obras. Los pobladores estaban contentos porque tendrían trabajo por unos meses, en lo que se desarrollaban las construcciones.
El parque empedrado, con número de obra 270031EP001, tuvo un costo de 2 millones 895 mil 725 pesos. Y el centro comunitario, a un lado, con las cinco estructuras de pura madera, alcanzarían la friolera suma de 8 millones 546 mil 115 pesos.
Nadie sabe a ciencia cierta que pasó después. Si SEDATU se retiró de la obra por algunas irregularidad incumplida por el ayuntamiento de Centla, o si Sedatu no cumplió con la entrega oficial por irregularidades de sus contratistas, como ha quedado registrado en otras obras a cargo de la dependencia federal como los malecones que rodean en Villahermosa al río Grijalva y que continúan siendo remendados.
La compañía, luego de montar las cinco estructuras de madera y concreto, tuvo que retirar dos, las que estaba tapando las fachadas de los templos católicos. Y de las tres que quedaron, sólo se puede acceder a una por unas escaleras metálicas. Las otras dos, la constructora no alcanzó a ponerlas.
«¿Cómo te vas a subir? El único que tiene una entrada ahí es una galera, la que tiene las escaleras, es la única, porque de esta que está aquí, nada. Hasta nos perjudica porque de ahí (a las que no se pueden subir los mayores) han salido mujeres embarazadas. Solos las chamacas y los chamacos se suben arriba. Aunque hay alumbrado pero no se ve», me cuenta don José del Carmen.
—¿Y no dijeron nada a través del delegado? —pregunto.
Su respuesta tiene coherencia. —Aquí no puede decir el pueblo al delegado: ¡Vete a pelear esa obra, que no sirve, al ayuntamiento! No va a poder hacerlo porque ellos lo pusieron. Le van a decir: Tú, ¡quédate ahí y te callas. Te pago para que no digas nada. Y por eso está así todo.»
En tiempos de lluvias, ninguno de los que entrevisté confía en que centro pueda servir como refugio temporal en caso de otra creciente, para los mil 505 chontales decepcionados.














