TABASCO. En el primer tramo de la ciudad de Villahermosa, La Fonda de los Abuelos no es sólo un restaurante, sino un cálido homenaje a la familia y la tradición, forjado a lo largo de 29 años por Miriam Madrigal de Taracena y su esposo, quienes comparten 54 años de matrimonio.
Inaugurada en 1996 sobre la calle Gil y Sáenz en la colonia Centro, el establecimiento lleva su nombre con orgullo, reflejando el profundo significado de ser abuelos, una etapa que la pareja ya vivía con plenitud. Sus colores naranjas y azul verdoso, junto con las fotografías antiguas perfectamente conservadas, refuerzan la atmósfera cálida y nostálgica, invitando a cada comensal a formar parte de esta gran familia.
La historia de este emblemático lugar comenzó mucho antes, como un taller de carpintería propiedad del padre de Miriam. Cuando él enfermó, la pareja adquirió la propiedad, dejando atrás sus exitosas carreras como contadores para abrazar un nuevo sueño culinario. La visión de un "restaurancito" cerca del hospital local se materializó, transformando el espacio en un punto de encuentro para la comunidad.
La Fonda de los Abuelos ha enfrentado grandes retos, siendo la devastadora inundación de 2007 una prueba de fuego. "El agua pasó el techo y quedó completamente destruido, como todos los vecinos", recuerda.
A pesar de la adversidad, que mantuvo el negocio sumergido durante una semana, la familia se levantó. En sólo dos meses y medio, la fonda reabrió sus puertas, reconstruida y más fuerte que nunca, un testimonio de su resiliencia.
El espíritu familiar es el alma de la fonda. Andrés, su segundo hijo, ha sido su mano derecha desde el inicio, atendiendo a los comensales y encarnando la esencia del lugar. "Él es el alma de aquí", afirma la septuagenaria, destacando su papel fundamental. El restaurante es, de hecho, un tributo a la memoria: una pared exhibe imágenes de la antigua Villahermosa, mientras otra muestra el árbol genealógico familiar, honrando a abuelos, bisabuelos y tatarabuelos.
Su rincón favorito se encuentra detrás de su escritorio. Está adornado con una conmovedora colección de "abuelitos" de porcelana, regalos entrañables de amigos, familiares e incluso clientes a lo largo de los años. Algunos de estos preciados obsequios, con más de 20 años de antigüedad, fueron dados por su esposo, con la fecha de regalo inscrita en su base.
Entre ellos, un par de ancianitos de porcelana besándose, conocidos cariñosamente como "el termómetro", revelan el estado de ánimo de la pareja: si los "viejitos" no están unidos, clientes y proveedores preguntan con preocupación si los esposos están enojados.
A sus 82 años, el esposo de Miriam, junto con ella, sigue gestionando la administración del lugar. La esperanza de ella es que Andrés continúe con el legado, transformando La Fonda de los Abuelos en una auténtica tradición familiar.
El menú ofrece una auténtica experiencia culinaria casera, con desayunos tabasqueños como la ropa vieja, los huevos con longaniza y el motuleño como protagonistas. Aunque Miriam y su hermana iniciaron cocinando, ahora cuentan con un equipo de cocineros que mantiene viva la "tradición de sabor casero" que define a La Fonda de los Abuelos.
Los colores naranjas y azul verdoso del restaurante, junto con las fotografías antiguas perfectamente conservadas, refuerzan la atmósfera cálida y nostálgica, invitando a cada comensal a formar parte de esta gran familia.









