TABASCO. Desde los 12 años, Pascual descubrió su pasión por la carpintería. Entre el ruido de la sierra, los golpes del martillo, el impacto del cincel, el empuje del guillame y el olor del aserrín, fue forjando un talento especial, uno que lo hizo diferente a los demás niños de su edad. Medio siglo después, está convertido en todo un maestro en el arte de hacer de lo rústico, hermosas y modernas creaciones.

Don Pascual Avelino Rosas tiene hoy 65 años, de los que 53 los ha dedicado a la magia de transformar la madera en muebles para todos los gustos. Este oficio le ha permitido explotar su creatividad y su imaginación, para darle forma a múltiples piezas artesanales, desde una silla, un frutero o juguetes de madera, hasta mesas y comedores, de cuya fabricación y venta depende económicamente para brindar sustento a su pareja.

Originario de Ciudad Mendoza, Veracruz, donde tiene su taller fijo, le ha tomado más gusto a la talacha itinerante. Junto a su compañera de vida, no se cansa de viajar por los caminos del sur. Muchas veces en el sol, en la lluvia, hace escala en los poblados, villas, ejidos y municipios de los estados de Tabasco, Campeche y Oaxaca, hasta donde lleva los objetos que manufactura con sus manos.

“Por lo regular vendo mis artículos en los pueblos que son tranquilos, gracias a Dios ahí vamos pasando. De las ventas, a veces las hay en buen número, pero otras tantas sólo vendo una o dos piezas, y en ocasiones, ni para la comida sale”, admite, con cierto dejo de resignación, mientras acepta su realidad: “es la única chamba que tenemos y hay que seguir intentándolo”.

Entrevistado por Sintexto, comenta que la madera para los muebles y artículos la consigue regularmente, en el estado de Veracruz, sin embargo durante a causa de los incendios forestales del año pasado entre abril y mayo, la mayor parte de la zona donde obtenía la materia prima fue devastada por las quemas, razón por la que ahora ha volteado su mirada a aserraderos de Puebla.

Procesar la madera para fabricar un mueble exige habilidad, conocimiento y ‘maña’: hay que secarla, medirla, pulirla, lijarla. “Hay que hacer todos los cortes y armarlos, (pero) unos los traemos armados desde allá, y otros los ensamblamos en el lugar”, refiere, con picardía, en el local improvisado que tiene en el parque central de villa Tamulté de las Sabanas, en el corredor indígena chontal del municipio de Centro.

En este lugar permanecerá como máximo, unos cuatro días. Luego se moverá en su camioneta hacia la villa Playas del Rosario, donde estará “a lo mucho, dos o tres días más”, para luego desplazarse hacia otro destino.

Esa es la vida de carpintero de don Pascual, que en su piel curtida muestra las huellas de ser un comerciante de muebles y artículos de madera ambulante. Su esposa, también tiene lo suyo. Está dedicada a la venta de juguetes de madera, molcajetes de piedra volcánica, comales de barro para echar las tortillas a mano, alcancías, ollas de barro para los frijoles, entre otros artilugios.

 ‘MOCHES’ Y REGATEOS 

 Ambos procrearon cuatro hijos, todos ya grandes y económicamente activos. Desde hace muchos años atrás cada uno de ellos agarró su rumbo, por lo que se quedaron solos en su casa de Veracruz. Un tanto por necesidad económica, otro tanto por no sentirse solos, fue que decidieron echarse andar a la aventura. 

“Ahora andamos así, los dos, como cuando se casa uno: solo somos dos y ahora que los hijos se fueron a formar su propia familia, pues volvemos a ser nosotros dos, como cuando iniciamos. Nuestros hijos ya volaron y se queda uno solo”, externa la señora, entre recuerdos que le generan melancolía.

Ella cuenta que mucha gente desconoce el esfuerzo que se hace en la preparación de muebles y los costos de los insumos. Los clavos, el pegamento, los selladores, los tornillos, las tuercas, están cada vez más caros y eso impacta en el precio final del producto. Pese a ello, muchos clientes vienen y regatean. 

“Siempre tratamos de hacerle ver al cliente sobre todos estos factores y, aun así, terminamos accediendo a rebajar los precios, con la consecuente merma que hay en nuestra ganancia…en ocasiones, hay unos que dicen que son muy caros, les rebajamos el precio y todavía siguen necios, al final cada quien es libre de comprar donde les den más ‘bara’”, enjuicia. 

En el catálogo de productos de este matrimonio, hay sillas de entre 250 y 400 pesos, mesas de hasta 700 pesos, bancos de 250 pesos, fruteros de hasta 500 pesos, bases para camas de hasta 1 mil 200 pesos, y alacenas pequeñas de hasta 2 mil pesos.

Son conscientes del peligro que corren por la creciente violencia que afecta a todo el país, aunque reconocen que, hasta el momento, no han sufrido asaltos en las carreteras.

En el pasado, de las que sí no se salvaban, eran de las ‘mordidas’ de la Policía Federal de Caminos que resguardan las carreteras de su jurisdicción. Moches de hasta 1500 pesos les exigían, bajo el argumento de que está prohibido el traslado de madera, sin importar que los documentos estuviesen en regla.

No obstante, desde que nació la Guardia Nacional esos moches se acabaron. Ambos coinciden en que ahora los revisan y los orientan sobre los horarios más adecuados para circular en las vías de comunicación federal o sobre los tramos carreteros donde existe riesgo de estacionarse por su peligrosidad. 

Son parte de los riesgos, pero no se amilanan. Con el destornillador en mano y otras herramientas como clavos, escuadras, serruchos, lijas, prensa y flexómetro, don Pascual y su esposa siguen recorriendo los caminos del sur en busca del ingreso que les dé para ‘la papa’.