TABASCO. Es casi el mediodía y en el centro de Paraíso todo transcurre en cámara lenta. Comercios semivacíos, hoteles sin huéspedes, ambulantes sin clientela. En el parque principal, varios grupos de obreros desocupados juegan cartas, sumidos en el chacoteo, en espera de una oportunidad de empleo que no llega. Lejos quedó el espejismo económico que provocó la construcción de la Refinería Olmeca, proyecto insignia de la 4T que sigue sin operar al 100%.
Toda la actividad productiva del municipio está prácticamente estancada. Así luce desde el cuarto trimestre de 2022, periodo en el que se concluyó la ostentosa obra impulsada por el expresidente Andrés Manuel López Obrador. El espectáculo de inversión y empleo se desvaneció. Los únicos legados que aún perduran, son la contaminación ambiental y el encarecimiento de la vida.
El ritmo industrial se esfumó. El sector de la construcción se contrajo. Los servicios y las actividades primarias se desaceleraron. El turismo simplemente no jaló. El empleo se desplomó.
El oasis que vivieron los paraiseños debido a los casi 600 mil millones de pesos gastados en la Refinería de Dos Bocas, y los 44 mil empleos directos y 286 mil indirectos que se generaron durante su proceso constructivo, se disipó, no así el impacto inflacionario que esto provocó en la renta de casas, los precios de productos de la canasta básica, el costo de alimentos en los “changarros” y las tarifas de los servicios.
Sebastián Córdoba Domínguez, propietario de un puesto de cocos fríos, instalado cerca del complejo industrial, es testimonio de la parálisis económica que vive el municipio. Tiene 3 empleados y sus ventas han caído 50% desde que se empezaron a ir las 29 empresas y los miles de obreros de Veracruz, Tamaulipas, Chiapas, Oaxaca, Campeche y Tabasco que llegaron a esta zona costera, para construir la procesadora de combustibles.
“Las ventas están casi muertas, no hay circulante de dinero, pero viene Semana Santa, la temporada de calor fuerte inicia en marzo, abril, y la demanda puede repuntar”, se ilusiona, en su apuesta por el arribo de visitantes a las playas, sobre las que existen evidencias de contaminación a causa de derrames de crudo.
¿DÓNDE ESTÁ EL SUEÑO MEXICANO?
Otro caso más. Jesús del Carmen Pérez Flores, ex trabajador de la refinería, cuenta que, en septiembre de 2024, sólo días antes que concluyera el sexenio de López Obrador, la crisis de desempleo estalló. Las compañías despidieron a todos sus trabajadores asignados a las obras de construcción.
“Vinieron como 30 compañías aquí. Todo fue de maravilla durante 2019, 2020, 2021 y 2022. En el 2023 la situación se comenzó apretar. 2024 se puso más difícil, y ahora en 2025, permanecen algunas empresas, pero ya sin trabajadores. Ya no hay labores, no hay nada, eso desató el caos”, se lamenta.
Él es agremiado del Sindicato de Trabajadores de la Construcción, Perforación, Obra Mecánica y de Transporte de Personal de la Industria y Comercio Conexos y Similares, que aglutina a 150 socios. Ventila que las compañías que quedan en Paraíso están enfocadas a tareas de mantenimiento, pero “esas no nos dan trabajo”.
Ante la falta de oportunidades, mucha mano de obra se ha visto obligada a irse de Paraíso. Un segmento puso su mirada en la dinámica industria de Monterrey, Nuevo León. Hacia allá apuntan su nuevo “sueño mexicano”.
Según la información que se comparten entre ellos mismos, algunos más optaron por irse a Playa del Carmen, a Cancún, a las obras del Tren Maya. Otros se digirieron a Sabancuy, Campeche, a los proyectos federales de infraestructura carretera, pero también hay quienes se fueron a Centla, a esperar el proyecto del nuevo puerto de Frontera.
Está también la expectativa que ha generado la próxima construcción del ferrocarril de carga Dos Bocas-Estación Chontalpa, como parte del desarrollo del Tren Interoceánico del Istmo de Tehuantepec.
En tanto, “los que nos quedamos, agarramos chamba de todo, hasta de peones de albañil la hacemos”, confiesa, resignado. Situación similar enfrentan Carlos Manuel Flores, Feliciano Sánchez, José Ángel Estrada y José Guadalupe Jiménez. Son obreros, herreros, soldadores, que todos los días acuden al parque central “a ver qué trabajito cae”.
Salen con la única esperanza de obtener un ingreso y tener para llevar “la papa” a sus hogares. También los mueve el compromiso de que sus ‘chamacos’ tengan un dinerito para ir a la escuela.
IMPACTO INFLACIONARIO
El sector de servicios afronta su propio viacrucis. Eduardo Armas Bañuelos, encargado del hotel “Las Olas”, se queja de que, después de la terminación de las obras de la refinería, la ocupación se derrumbó.
“De repente bajó el número de obreros, las empresas dejaron de llegar, pero en lugar de que se economizaran las tarifas de los cuartos, los precios se dejaron caros, lo que hizo que se cayeran los ingresos, y ahora hay menos dinero (…) los hoteles estamos semivacíos y otros más de plano tuvieron que cerrar”, ventila, mientras revisa su registro de ocupación y reservas.
Por hoy, no hay clientes. El check in y el check out quedará para una próxima temporada.
En medio de la tormenta económica, el segmento inmobiliario sigue sin sensibilizarse. Las rentas de casas o cuartos están por las nubes.
“Una vivienda de dos recámaras que antes de construir la refinería costaba $3,500 la renta mensual, durante la llegada de miles de trabajadores alcanzó una tarifa de 10 mil pesos al mes o más. Ahora no hay quien las ocupe, y pese a ello, su renta mensual está por arriba de $6,000”.
Los precios de la canasta básica también subieron. “Si tienes que comprar para una casa (despensa), es mejor ir a Comalcalco y comprar todo allá y venir para acá, porque acá está más caro. Ejemplo. Aquí, en Paraíso un pollo crudo de unos 3 kilos cuesta alrededor de 230 pesos, cuando en otros municipios su precio ronda los 150 pesos”, refiere Armas Bañuelos.
El comercio informal, aunque no paga impuestos, ha sido de los más golpeados por la crisis heredada por el proyecto lopezobradorista.
La muestra más evidente son los vendedores de platanitos que deambulan por la plaza central de la cabecera. Con la partida de las compañías constructoras, sus ventas se les cayeron a tal grado, que actualmente no sacan ni 100 pesos. Ese ingreso no alcanza ni para cubrir lo indispensable de una canasta básica.
Ese es el panorama en Paraíso, municipio que hoy sólo puede presumir el nombre. Su boom fue temporal. La oportunidad de convertirlo en un polo industrial y logístico, con bonanza económica y bienestar social, simplemente se perdió en medio de un mar de promesas.