VILLAHERMOSA, Tabasco.— Durante el día trato con una docena de mujeres en el trabajo, y sólo al final de la jornada, cuando ya estoy cansado y me preparo para volver a casa, reparó en una situación: llegando a sus hogares, mis compañeras seguirán laborando en el cuidado de sus hijos. Y muchas de ellas lo hacen solas.

El Censo Nacional de Población y Vivienda 2020, a cargo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), reportó que el 19.88 %, de las 35.2 millones de mujeres de 15 años o más que han tenido un hijo, son madres solteras, es decir, nunca han estado casadas ni han vivido en unión libre.

A esa invisibilidad se suman también muchos padres que están criando, sin compañera o pareja, a sus hijos. El ya citado censo del INEGI indica que 21.2 millones de hombres entre 15 años o más, se identificaron como padres solteros.

La estadística pinta la edad promedio de estos papás solteros mexicanos a cargo de un hijo o hija: están en la edad madura, los 45 años, en cambio, el rostro promedio de la madre soltera mexicana oscila entre los 20 a los 29 años, representando el 50% de este grupo.

Encaja con la cara justamente de las mujeres y hombres que conozco en esta situación. Ahora que lo pienso, en una era de escasez de héroes y heroínas, ellos podrían ocupar ese pódium.

MAMÁS SOLTERAS

Sagrario —he cambiado el nombre para proteger su identidad— tuvo a su hija a los 21 años de edad, cuando estaba a mitad de la carrera, en la universidad estatal. Aunque abandonó las aulas durante seis meses después del parto, logró retomar los estudios gracias al apoyo familiar.

El reto vino cuando su madre falleció. «Mi mamá me ayudaba a cuidarla. Obviamente mi hija se crío con mi mamá mientras yo trabajaba, y le afectó muchísimo que ya no estuviera».

Sagrario reconoce que «no sabía» y «no buscó» apoyos gubernamentales, asumiendo el costo de la crianza solita. La cifra que el Tec de Monterrey fijó para esta proeza es la suma de 3 millones 200 mil pesos, incluyendo la educación y los alimentos hasta los 18 años .

«No tenía ningún apoyo más que el de mi familia, pero apoyos sociales o económicos, la verdad no busqué, no sabía y no sé».

Sagrario me cuenta que conoce a otras mujeres en la misma situación que ella: trabajan o estudian y crían solas a su hijo o hija. Ahora su descendiente está entrando a la adolescencia, y la madre ha ganado no sólo una hija, sino «una amiga», que la estimula a seguir luchando.

PAPÁ SOLTERO

Piedad —he cambiado el nombre también para proteger su identidad— me cuenta que cuando llevaba a su hija a las estancias infantiles —en el tiempo de Vicente Fox y antes que el gobierno de la 4T las cancelara— sobresalía porque la mayoría de las que llegaban a las puertas de entrada, eran madres solteras.

«Las estancias eran un gran apoyo, no sólo económicamente, ya que allí les daban de desayunar y comer y las cuidaban, sino también por el tiempo: Yo dejaba a mi hija a las siete de la mañana y podía irme a trabajar y regresar por ella a las tres de la tarde».

Como en el caso de Sagrario, Piedad cuenta con el apoyo de sus familiares. Por ejemplo, cuando por cuestiones de trabajo no pude ir por su primogénita «gracias a Dios tuve y tengo el apoyo de mis papás, de mis hermanos, que me ayudan cuando en la escuela te llaman inesperadamente y yo no puedo ir, pues ya me apoyan ellos».

Piedad me cuenta que conoce también a otros compañeros que viven una situación parecida a la suya, y que también salen adelante de los inesperados sobresaltos de ser héroes o heroínas silenciosa.