CIUDAD DE MÉXICO.— Con el último Grito de Independencia lanzado desde el balcón presidencial, y la firma horas antes del decreto que reforma al Poder Judicial para publicarse en el Diario Oficial de la Federación, el presidente Andrés Manuel se despidió de la plaza de la Constitución, luego de gobernar durante seis años.
Como ocurrió desde su primer Grito, en este 214 aniversario de la gesta insurgente, además de las tradicionales arengas a los padres fundadores de la patria —Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, José María Morelos y Pavón—, López Obrador gritó: «Que muera la corrupción! ¡Que muera la avaricia! ¡Que muera el clasismo! ¡Que muera la discriminación! ¡Que viva el amor! ¡Que vivan los trabajadores mexicanos que son los mejores del mundo! ¡Vivan nuestros hermanos migrantes! ¡Vivan los pueblos indígenas! ¡Viva la grandeza cultural de México! ¡Vivan todos los mexicanos! ¡Viva la cuarta transformación!».
En total, en esta última ceremonia del 15 de septiembre, fueron 26 arengas, batiendo su propio récord.
Horas antes, también desde Palacio Nacional, el presidente había estampado su firma en el decreto de reforma constitucional al Poder Judicial, acompañado de la presidenta electa Claudia Sheinbaum.
«La invité para que sea testigo de honor porque voy a firmar el decreto para la publicación de la reforma a la Constitución, con el propósito de mejorar el Poder Judicial porque necesitamos que la justicia llegue a todos, que no haya corrupción en el Poder Judicial, que los jueces, magistrados y ministros apliquen al pie de la letra el principio de que al margen de la ley nada y por encima de la ley nadie. Que tengamos un auténtico, un verdadero Estado de derecho, no un estado de chueco, que se acabe la simulación», explicó.
Ya desde su despacho, el tabasqueño se dirigió a la ceremonia del grito que tendría lugar después, «para recordar a heroínas y héroes, que nos dieron patria, libertad, justicia, democracia y soberanía». También destacó que los cambios al tercer poder fueron aprobados por las Cámaras federales y la mayoría de los Congresos estatales.
SEIS AÑOS CON ARENGAS INÉDITAS
Desde su primer grito, en el año 2019, impregnó la ceremonia con arengas inéditas. Ese 15 de septiembre lanzó 20 vivas, entras los que destacaron los vivas a «las madres y los padres de la patria», «a los héroes anónimos», «al heroico pueblo de México», «a las comunidades indígenas», «a la fraternidad universal», «a la paz» y a la «grandeza cultural de México».
También, aunque pletórico de vivas, ese primer grito fue austero: no hubo invitados especiales, como en otros años, ni la cena pomposa a la que asistían después de la ceremonia.
En 2020, cuando la población resistía los embates por la pandemia del COVID-19, López Obrador decidió llevar a cabo la ceremonia frente a un Zócalo fantasmal. Entre sus vivas lazó uno muy apropiado al momento que se vivía: «¡Viva el amor al prójimo!... ¡Viva la esperanza en el provenir!».
Durante el 211 aniversario tampoco hubo celebración multitudinaria en la Plaza de la Constitución. López Obrador quien alcanzó la Presidencia prometiendo acabar con la corrupción, agregó una arenga alusiva en el tercer año en que tañería la campana de Dolores Hidalgo. El 15 de septiembre de 2021 gritó: «¡Viva la honestidad!»
Ya con el regreso de miles de mexicanos al Zócalo capitalino, durante el 212 aniversario de la Independencia, Obrador fue más explícito, cuando entre sus arengas proclamó: «¡Muera la corrupción!, ¡muera el clasismo!, ¡muera el racismo!».
Durante su sexenio el presidente mexicano ha reconocido que el caso Segalmex es el único de corrupción. No obstante, sería casi un año después de lanzar estas arengas de muerte a la corrupción, que el extitular de ese organismo, René Gavira, sería detenido por la Fiscalía General de la República, acusado de desvío por 142 millones de pesos.
El año pasado, el presidente lanzó vivas a los héroes anónimos, la justicia y los hermanos migrantes.
ACLAMADO EN EL ZÓCALO
En este último grito, al final de los fuegos artificiales, López Obrador se asomó de nuevo al balcón presidencial, y levantó varias sus veces emocionado dos manos. Atrás, hacía lo mismo, su esposa Beatriz Gutiérrez Müeller.
Entonces, la multitud comenzó a corear: «¡Es un honor estar con Obrador!» y «Sí se pudo, sí se pudo». El periódico Reforma había señalado que los accesos para arribar a la plaza estaban siendo controlados desde temprano en calles aledañas, y que sólo dejaban pasar a quienes traían un brazalete, supuestamente identificados como militantes del partido oficialista Morena.
Para corresponder a las porras, el paisano cruzo sus manos en un abrazo hacia sí mismo.
Se despedía así quien arribó a fines de diciembre de 1991 a esa misma plancha del Zócalo capitalino, después de caminar desde Villahermosa, para denunciar un fraude electoral. Sólo que ahora lo hacía desde Palacio Nacional, y en una celebración doble para él: la gesta heroica y la reforma al Poder Judicial.