TABASCO. Lila Monserrat, Antonio, Saraí y Rodrigo son cuatro jóvenes tabasqueños llenos de vida, tienen todo un futuro por delante, pero también están abrumados por preocupaciones e inseguridades.
Comprensión y atención para dejar de sentirse tristes o desmotivados, es un grito de auxilio que los cuatro han experimentado, en silencio, con desesperanza.
A su corta edad, Lila Monserrat admite trastornos de depresión. Atribuye esta condición a problemas que sufre en casa, los cuales se agudizaron a raíz del reciente fallecimiento de su abuelita, con quien vivió varios meses antes de su deceso. “Esto me sobrepasa (…) me siento sobrecargada”, acepta, afligida.
La señal de alerta se enciende con una impactante revelación. “No me siento una persona estable”, advierte, con apatía, la jovencita de apellidos León Ramos.
Para la psicóloga Ariadna Pérez Dagdug, casos como el de Lila, son cada vez más recurrentes en el mundo post pandémico.
“La depresión es un padecimiento clasificado dentro de los trastornos mentales más comunes (…) es cuando los implicados cambian sus patrones de conducta, sufren alteraciones en el sueño y/o la alimentación, se vuelven apáticos y viven constantemente irritados”, explica.
Aunque la depresión puede ocurrir en cualquier momento de la vida, los síntomas entre los adolescentes y los adultos suelen ser diferentes.
La depresión en la juventud, alertan los expertos, “es un problema de salud mental grave que provoca un sentimiento de tristeza constante y una pérdida de interés en realizar diferentes actividades. También afecta la manera en que los adolescentes piensan, se sienten y se comportan, y puede provocar problemas emocionales, funcionales y físicos”.
Según datos oficiales, “en México, el número de jóvenes entre 12 y 24 años con depresión es de aproximadamente 2.5 millones, y 9.9 de cada 100 mil ha tenido ideas suicidas”.
Para dimensionar el problema, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que para 2050 a nivel mundial la depresión será el principal problema de salud pública.
NO MINIMIZAR SEÑALES DE ALERTA
“Hace un año me dedicaba a crear contenido era Facebook y TikTok (…) pero por temas personales ya no pude, mi estado anímico no me dejaba, no sentía ganas, debido a que siempre me sentía triste”, comparte otro joven, Antonio González Castro, de 24 años de edad.
Señala que en muchas ocasiones los adultos creen que la juventud es un escudo a prueba de la depresión, de la ansiedad, y desdeñan el problema. Debido a la revolución tecnológica, la generación de hoy está aún más expuesta a fenómenos que no se vivían en el pasado.
El ciberbullying es un ejemplo claro. El acoso que pueden vivir niños y muchachos a través de las plataformas digitales los vuelven vulnerables, y les provocan un severo detrimento a su autoestima, sumiéndolos en sentimientos de tristeza y enojo.
La depresión en muchos casos puede provocar que el estado físico del paciente se deteriore. Es el caso de Saraí Morales de la Cruz, otra joven que enfrenta los efectos de este trastorno. Ella vive constantemente sin energía, desmotivada, sin ganas de realizar alguna actividad.
“Me da mucho por dormir, mi apetito ha cambiado, ahora ya no me da hambre, las cosas que antes se me antojaban, ya no se me antojan, me siento fatigada y sin energía”, se queja Morales de la Cruz.
Contrario a sus tres compañeros de generación, Rodrigo González vive la otra cara de la moneda. Gracias a la comprensión y solidaridad de sus amigos y familiares, está logrando vencer al monstruo silencioso. Hace un año y medio una ruptura amorosa resquebrajó su salud física y mental, y echó abajo su nivel académico. Paso a pasito, hoy está en franca recuperación.
“No minimizar las situaciones que afrontan los jóvenes”, es la clave para sacarlos del fondo, recomienda la psicóloga Ariadna Pérez. No hay que dejar que este tipo de problemas crezcan y se salgan de control. La razón es contundente: en un episodio de este tipo, muchos pueden llegar a tomar salida en la puerta falsa: el suicidio”, puntualiza.









