TABASCO. Muchas veces en las calles los vemos circular, siempre con rapidez, en potentes "caballos de acero", con las torretas encendidas y el peculiar sonido de las sirenas. Enfundados en su inconfundible traje estructural o de proximidad, son los bomberos o los llamados tragahumo; sí, esos que sin importar que ponen en riesgo su vida, son los primeros en saltar o actuar ante una emergencia.
Para un bombero la vida no es fácil, es exigente tanto física como mentalmente. Requiere de una gran variedad de aptitudes, de destrezas. Quienes conforman este cuerpo estratégico, deben ser capaces de trabajar en equipo, mantener la calma, de comunicarse de manera asertiva. Nunca saben qué enfrentarán. Puede ser un espacio abierto, pero también un área elevada, oscura o cerrada.
Para el agente José Lucio Chan Guillermo, están claros los riesgos. Recientemente, se tuvo que adentrar al interior de un conocido bar que era consumido por las llamas en la avenida Esperanza Iris, cerca del parque La Pólvora en Villahermosa.
Exhausto, acalorado, jalando una manguera, salió del inmueble; había cumplido con éxito la misión encomendada: sofocar el fuego que devastaba el techo colapsado de la negociación.
Se sentó entre la maleza, se retiró el casco de la cabeza, y jaló bocanadas de aire fresco para recuperar el aliento. "Allá adentro hacía un calor infernal, el lugar estaba hecho con tablaroca; todos los muebles se incendiaron, pero ya está controlado", cuenta a Sintexto, mientras bebe agua de una botella.
La misión del bombero es apagar incendios, rescatar personas, prestar primeros auxilios, y en ocasiones, efectuar tareas de seguridad. También brindan asesoría a la comunidad sobre prevención y gestión de riesgos.
¿Cómo es la vida de un bombero? --le preguntamos.
"Bastante riesgosa, porque desde el momento en que se toma la llamada, nos subimos al vehículo y salimos de la base, desde ese momento sabemos que nuestra vida está en riesgo; siempre está latente la posibilidad de sufrir un percance, ya sea en el camino o en el lugar del siniestro; todo depende del escenario al que nos enfrentamos”, nos dice, consciente de su labor.
Julio Lucio Chan da gracias a Dios por protegerlo en cada incidente que ha atendido. “Voy a cumplir 37 años de servicio y Dios siempre me ha cuidado. En dos ocasiones he tenido leves accidentes, pero nada de cuidado”.
Pese al alto riesgo que conlleva esta profesión, los bomberos afrontan otras condiciones que los ponen en desventaja. Sueldos bajos y la falta de equipo adecuado contra emergencias que persisten en Tabasco, representan factores que aumentan su vulnerabilidad.
“(Es una actividad) muy riesgosa y estamos mal pagados", se sincera el héroe sin capa.
Llevo casi cuatro décadas en esto, y nunca nos han mejorado el sueldo, recalca Chan Guillermo, padre de cuatro hijos que pronto --nos presume-- serán profesionistas. Pese a la mala situación salarial, don José Lucio no se amilana, tampoco se achica. Se dice orgulloso de lo que hace. Al fin y al cabo, salvar vidas es algo que no muchos hacen.